miércoles, 17 de septiembre de 2008

El cuerpo de una mujer

Phoebe Anna Traquair
"The progress of a soul: the victory"




El cuerpo de una mujer tiene de todo: ventanas, comedor y entrada para el coche; tiene cocina y comedor, jardín y azotehuela. Uno quiere llegar y estacionarse, mirar los tendederos, hacerse el invitado.

El cuerpo de una mujer tiene jardines atildados: allí pasaron manos querendonas, pusieron colmenares, olores y jugos deliciosos y en el mejor de los sitios un palomar discreto.

Con más razón si es cuerpo alegre, con kilos repartidos en todo rinconcito a la redonda. Uno quiere ser huésped para siempre, andar esos pasillos, besar los alcatraces, poner abono fresco, si se puede.

Los vellos de una mujer también tienen lo suyo y alientan los lugares más precisos.

El cuerpo de una mujer es casa enorme, castillo medieval, hacienda y rancho: tiene lugares para quedarse quieto, o para no quedarse.

Todo eso he recorrido con estas manos que se han de comer los gusanos, con esta piel de arriba y adelante, de abajo y al costado; con estos pies que sobrevuelan tragaluces; con esta lengua soez que dice y clama y esta saliva y estos/

¡Caray, què cosas digo!

El cuerpo de una mujer tiene la flama que me enciende, la cantidad de piel, necesaria y suficiente, para clavar los ojos o mismo que se clavan, es ejemplo, los cuchillos/ para clavarlos uno hasta quedarse bizco y, ¡nunca Dios lo quiera!, hasta quedarse ciego.

Entono unas palabras por un cuerpo de mujer así descrito.

Yo pongo música en la tecla, el corazón, el alma y lo que quieran.

Yo me redimo.

Yo le reclamo el alma al diablo. Yo me subasto.

¡Ah, si yo quedara ciego, por no mirarlo más, sólo por eso, por eso nada más, me parta un rayo!



Ariceaga, Alejandro; Eduardo Osorio (comp). "El cuerpo de una mujer" en Obra alejandrina. IMC. México. 2007

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