miércoles, 31 de diciembre de 2008

Ciudades en calor III

Que no haya sorpresas al apagarte o encenderte de inmediatos para ver hacia la casa de enfrente. Ellos intentan atar el nudo, a sabiendas de que no faltará quien llegue a desatarlo.

a desatarlo.

Pocos desechan el reporte del meteorólogo cada, todas las noches, y deciden entrar la cama sin más escudo que la piel por todas partes, o la piel de los pechos que, como saben es fácil lastimar.

Duermen, por lo general, solos. Buscan inexistentes rincones pegándose a la pared, desesperado ( )
Mío para siempre

Me necesitarás todavía, me alimentarás todavía, cuando tenga 64 años?

(Copyrigth Beatles, The, Sgt Peppers Lonely Hearts Club Band, 1967)

intento de robar un poco de aire, jalan con la fuerza posible de sus pulmones quemados latido a latido. El aire suele faltar: Cuando se consigue ese poco, va quemando por la garganta; explota al llegar a los pulmones.


Ciudades en calor II



Qué se hace: salir con su cara de circunstancia a la calle de esa ciudad desconocida que por suerte tiene una activa vida nocturna, y aún encuentra una farmacia abierta. Ahí no caben vacilaciones: espera a que no haya nadie, y dice al dependiente con vos firme, tan firme que tiene que repetir la pregunta: ¿Tiene óvulos anticonceptivos? Para el segundo qué del dependiente ya ha llegado gente a la farmacia, pero como se había ganado la preferencia por arribar antes, el dependiente habrá de atender al necesitado del método antibebés. Ese dependiente los tapa cauteloso, y cobra muy cortés. Corre que te corre, sofocado, con los cigarros metidos entre pecho y espalda, pulmones a punto de empezar el proceso de endurecimiento, toca la puerta: ELLA se bañó y tonta tarada nerviosa ecuánime tranquila sugiere (que es una manera de dar línea de política sexual entre quien no ha copulado más de tres veces con mujer y quien no ha conocido hombre) sugiere báñate qué esperas. Él prueba que todo buen hotel no tiene agua caliente, y que el baño es el medio para obtener una característica de atleta: pie. Se baña. Hay calma. La ciudad es un huevo extraño. Sale con mínima toalla blanca síndrome de infecciones y qué. ELLA lee un libro al revés. Está dentro de la cama, viste un horrible camisón combinación perico que meses después perderá. (Era justo). La caja de los anticonceptivos aceitosos óvulos está abierta, lo que es signo de que la prevención se llevó a cabo adecuadamente. Él tiene que apagar la luz; ELLA lo ordenó. Aancestrales tradiciones de rancias familias de clase media lo exigen así a la joven que se escondió para perder lo más preciado de su condición sexual -sí, la virginidad, aunque ella dice y dirá toda su vida que ama a su hombre-. Para meterse a la cama. ÉL tira la única toalla en toda la habitación al suelo, debajo conserva los mínimos calzoncillos, y como era tramada la cosa, él los había seleccionado por "sexis" (cursilería de tercer grado). Y después, viene el descubrimiento: Colón se acerca a la isla, la toca, presiente los montes de los pechos y de Venus, la va despojando cariñosamente de la pantaleta, lanza el camisón a un lado, y se acalora con el cuerpo cercano. Ah, a veces no hay como la primera vez. Los dos son nuevitos en esto, y la experiencia trae consigo crisis de impotencia, el dolor supuesto o irreal y tan duro del miembro destrozado (así es ¿así es?) una membranita que al final resultó ridícula y no es cierto que sangre tanto. Depende. La experiencia, a pesar del temor, es nueva y en ese entonces te ama demasiado. Y tú también. Al otro día, ÉL victorioso, ELA adolorida (fingid urbanamente) irán a comer mariscos a un conocido centro del viejo primer cuadro citadino, demostración científica de que en la primera noche es posible que dos inexpertos puedan provarlo TODO (palabra merecedora de ser recordada en mayúsculas grandes).


Por:José Luis Herrera Arciniega
En: Literatura del Estado de México

Ciudades en calor


ésta es una ciudad fría
tan fría como ardientes
son los deseos de sus
habitantes

Algunos gustan de protegerse muy bien contra el frío; es una forma de defenderse, evitar el ardor interno que los irá calcinando para siempre. Los que se tapan para no tener contacto con nada. Estos son los más. Hay otros, los menos, que a despecho del frío decidirán, cada noche y puntualmente, dormir sin coraza, dejar la desnudez de la carne.

Al roce con lo que se sienta de frente. La carne, más por las noches, es una carne viva. Duelen todas las maneras de roce. Aunque, habría que aceptarlo, a la larga duele más la falta de ese roce. El que se da con otra piel, igual a la de uno hasta en lo suave.

(Dos carnes suaves están más vivas que cualquier herida -abierta o no, costra o cicatriz-. En su unión, generan la chispa, llegan a separarse las piernas).

(en esta ciudad hay quienes comparten, además de las caricias, el dolor)

Imagina que en esta ciudad haya quienes extrañamente compartan, además de las caricias, el dolor. Sus manos a propósito llevan a cabo actos mágico:precionan, con excesiva fuerza, los pezones que aún noo han dejado de ser sensitivos. En otros sería dolor y nada más, aburrido, pero en este reino par los dos es extremo de una relación apenas surgida ayer, o antier, o la semana pasada. VARIACION. Las hay, son relaciones clandestinas, de la furtividad a la luz pública, porque ¿quién puede ocultar que, finalmente, uno ha concurrido hacer el amor a una mujer? Sin grandes ceremonias (a pesar del verbo anterior) se va llegando, con tranquilidad, al aposento del gran sexo -nos dejará temblando por lo inefectivo. Sumense los complejos de culpa y la dificultad para el orgasmo, lo inútil del encuentro cercano al desencuentro, la huída y sus pretextos...Pero se da. Solamente, por decir algo, con la puntualidad de lo espontáneo, se prepara la visita y aparece aún vestido a la sombra de las lámparas encendidas. El lugar, incluso, puede ser acogedor. Y qué. Calma y nos amaneceríamos si no tuviéramos que cambiar de lugar. Siempre.

Sé, sabemos, de una pareja que conoció el amor maravilloso a los 11 o 19 días de haberlo declarado. ¿Va la anécdota? Va.

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Él es joven, ELLA es mayor. Los dos son jóvenes. Trabajan en la misma cosa y el trabajo los ha juntado. Gracias a él se conocieron. E iniciaron la historia del amor. Mareados, dentro de un cochecito que los llevaba, en buen estdo, a la separación cada noche. Un día decidieron que no habrían má de estar separados, ni siquiera lo indispensable para mantener la salud mental. Y se escaparon. Arreglaron todo para que no se notara tanto la diferencia. ELLA no avisó; vivía sola y no había demasiado problema; sólo estar pendiente de que alguien la cubriera con la coartada convincente ante la telefónica llamada familiar. ÉL inventó que se iba de viaje turístico a otra ciudad, con un su amigo. Todo estaba preparado para que desaparecieran. Tomaron el camión hacia la otra ciudad. ¡Carajo!, cuánto se nota el beso de dos enamorados que van juntos en un camión. Todas las miradas se central en ellos, y ÉL no puede meterme bien la mono a ELLA. Ah, pero hay algunas veces en que los besos son ago así como sinónimo de la metáfora de Cristóbal Colón hollando la playa de una isla americana. Besos que se repiten una y otra vez, sabiéndose nuevos, y aunque besos, asunto de esplendor. En la otra ciudad, cambiaron d transporte, y como se equivocaron de estación, tuvieron que caminar mucho. Entraron a ver una película sobre un cantate judio-norteamericano, y ahí se enojaron. Tontos, no se quisieron dar cuenta de que los enojos habrían de ser frecuentes en su relación. Enojos infantiles, estúpidos, que llenarían luego sus vidas. Después de su primer enojo de mirame y no me toques, no te acerques porque te demostraría mi amor y no quiero, salieron. Qué vamos a hacer preguntó ÉL y ELLA lo hizo caminar más, y fueron rechazados en uno y otro hotel que bajo el pretexto de "no hay cuartos" dejaban ver que no querían ser hoteles de paso. Qué va. Todos los hoteles son de paso. Y hay algunos especializados. Son divinos. Acogen a los amantes de la misma manera en que reciben a n agente viajero o a un campesino en busca del reconocimiento a su parcela ejidal en la Reforma Agraria. Hoteles cuyo administrador tiene cara de maldito (Ver otras historias aledañas) e inclemente se atreve a pedir datos que no se quisieran dar, pero no hay más cosa por hacer que proporcionar información falsa. Nadie la investigará pues ¿quien ha muerto de un orgasmo en un hotel de paso? La llave del cuarto abre, co la chapa, sino la pérdida de la horrorosa virginidda para algunos (ah, el hombre no puede ser virgen; la mujer sí, en ocasiones) ELLA (y Él menos) no quiere embarazarse, y lo manda a comorar anticonceptivos.

Por: José Luis Herrera Arcineiega
En: Literatura del Estado de México

viernes, 19 de septiembre de 2008

A corto plazo

Antes de levantarse para salir a la gresca de la ciudad hay que ponerse las pantuflas del olvido (pedazos de cosas pasadas; y es entonces cuando hay que sacudir esos lienzos olor y calor a pesadilla, cuerpo amargo, a luz de luna estrujada).

Dar un plazo a la distancia es conveniente: colocarlo entre la ducha y el alma, por favor, ciudadanos egregios de este nido de ratones urbanizado en gris. Hay que poner ese plazo entre la ducha y el alma: que no rebase la velocidad del minutero; no olvidar que los sueños son, a veces, pequeñas putas que se lavan con agua muy fría y se pagan con la espuma de un jabón oloroso de supermercado.

Secar las gotas sobrantes con una toalla de soneto muy ridícula, para enfundarse, después, ropa colorida con olor a lavanda. Y el nudo, ciudadano, no olvidar ese nudo de corbata en forma de mariposa enceguecida.

Que el dentífico deje bien as encías del recuerdo. La caries del dolor debe quedar liquidada a corto plazo. Y lo demás, el salir a la calle virginal, que sea de cuajo: hay que notar que los demás nos hacen una mueca espantosa de reconocimiento.

Pero tú siempre acuerdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti, pensando en ti
como ahora pienso.
José Agustín Goytisolo

Camada Maldita (fragmento)

Vómitos del municipio conurbado. Fuiste. Fuimos. Trásfugas. Paracaedistas. Costra de Naucalpan. Tifoidea. Hijastros de las calles patrias: 20 de Noviembre, Correguidora, 5 de Febrero, 2 de Abril, 5 de Mayo, Paseo de la Reforma. No cabíamos en las calles: nos daban chance de usarlas. Excomulgados de la Catedral: acólitos forzados, regadores de incienso, tocadores de campanas. Escapularios baratos. Rosarios rotos. Tezontle desprendido. Basura de los templos. Pránganas de la Churrigueresca. Ujieres de la ciudad. Pajes de su majestad. Sobrantes.

Éramos alias mexicanos. Remiendos de la nación. Mediasuelas de la patria. Zurcidos de la bandera. Damnificados de la Revolución. Jumiles en el taco. Sobrinos de la fritanga. Restos de la cazuela. Pozole aguado. Birria. Cisticerco. Estómagos de la garnacha. Nenepil. Arrabaleros. Cuates de la pandilla. Peleoneros del barrio. Prospectos para el tribunal. Delincuentes. Hijos de Lecumberri. Cadáveres prematuros.

Eso decía que decían. Trovadores de piquera. Bohemios trasnochados. Juglares de pulcata. Asientos del tlachicotón. Babas del curado. Botana de los teporochos. Estigmas de la mexicanidad. Manchas de la urbe. Amos del talón. Aceite usado. Paradigmas del agandalle. Hijastros del tlatoani. Fósiles. Rechazos de universidad. Negación de la cultura. Cacofonías de la academia. Orfandad bajo los cables. Parches juveniles. Cascajo social. Lajas de carretera. Polvo del camino. Retazos de hombre. Bufones de carnaval. Hongos. Mugre del baño colectivo. Camada maldita. Mierda de la mierda fuimos.

Me gustaba mirarlas



Me gustaba mirarlas sin que ellas lo notaran. Tal vez ninguna de las que contemplé en toda la grandeza de su cuerpo se enteró de aquel extasis privado. Tal vez no solamente el cuerpo: también el cabello, los pómulos, el perfil de una cara, la línea del cuello, los labios en quietud. Después los movimientos al desabotonar, correr cremalleras, despojar una prenda tras otra hasta quedar desnudas desde los pies hasta mi (sic) ojos. O quedarse a medias. Adivinar los sonidos y el roce de los materiales suevas de cada prenda. ¿Cómo sustituir la contemplación de unas piernas de mujer rodeada por la seda?
Elegí el camino de un ladrón de cuerpos de mujer, palomas palpitantes cautivas por la epidermis. Piel granulada lechosa, piel morena, piel canela, piel negrita, piel y piel jamás recorrida, porque tocarlas mataría el hechizo. Cuerpos y cara intocados, labios jamás besados, calores y sudores sólo presentidos.
Agonicé en cada contemplación. Sufrí a raudales. Cada mañana y cada noche, consumiéndose un fuego interno que fue desperdiciado.
Yo el observador oculto. Yo el andariego. Yo el filibustero de la urbe. Yo invadido por un angustia indetenible mientras elas cumplían una rutina insignificante, de todos los días, y yo sufriendo. Yo el placer solitario.
Hoy no las quiero a todas. A estas alturas de mi vida, sólo una a la vez, pero a mi lado. Una nada más, pero conmigo. Una sola mujer para vivirla.

Tercer vacío

No cuando me mirabas o yo
Ni el galo tres veces cantaba
O la perra ponía tres perritos.
Era cuando besaba tus muslos
Primero uno y después tu ombligo
Y después las cerezas de tu pecho
Y pasaba –como debe hacerse-
Hasta las partes más oscurs
Que sabían a duraznos frescos
A bosque a pino a nueces
A niño envuelto en hojas de tomillo
Que yo comía con tristeza
Y jadeabas
Y tú estabs perdida
Y la música se metía muy hondo
Y brotaban duendes
Y un esqueleto azul por los placeres.
Eras la mamá del cielo
Pariendo cielitos rojos.
A la vez eras ciruels
Con la voracidad más negra
Que puediera imaginar una pantera.
Hasta que una mañana imbécil
Con sus manecillas luminosas
Tocó el sonido de esa cama
Y tuvimos que desechar
Tirar perder matar parir
Lo que sobraba de tanto amor, amor
Entonces me tiré.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Alguna vez

Alguna vez yo quise decir te amo.
Pero yo no soy así. Yo no me amo.
Quise decirte así, como palabras;
pero no me surgieron de la boca.
Hasta que de repente
algo me vino acá
y yo te quise
como se quiere un cacho de tejado
y me puse a quererte
como se ponen las olas
cuando quieren al mar.




Ariceaga, Alejandro; Eduardo Osorio (comp). "Alguna vez"
en A corto plazo en Obra alejandrina. IMC, México, 2007

Desde tu ventana

Corres a la iniciación del día. Descubres tu verbo y te santiguas al hallar el significado de perder.Perdiste. Por eso corres la cortina y la contemplas:desnuda aún de la reciente noche, se pasea por su habitación que presupones húmeda y olorosa/ imaginas, ese olor suyo/. Recuerdas el contorno suave, fresco, oloroso de su vientre. Caracola, piensas, donde empalmé mis manos:conchanácar, piel-de-niño, ngora, gamuza / y sientes que vuelves -con la sola contemplación a través de tu ventana- a tocar esa carne que se descorre en pequeños granitos por los contornos: sus pechos, piensas, recuerdas, abrigados por estas manos que hoy sostienen la cortina / y repites el sabor de tu saliva, hoy sólo la tuya, sin la de ella; pero imaginas el gusto conjugado en tantos encuentros de sus labios con los tuyos que ahora soplan calor a los cristales y añaden otra cortina, opaca: sombra, piensas, fantasmas, alegoría, aparición, quimera / la contemplas contemplarse ante su espejo. Imaginas que ella sienten (sic) el frío que tú sientes hoy, esta mañana transparente que inicias sin ella, como desde hace ya dos semanas / y alcanzas a verla repetida en el espejo: dentro de él, como dentro de ti entonces, los labios conjugando las palabras, los muslos fundidos, ella fusible / rememoras ese calor / las miradas en una apoyando cualquier palabra que no recuerdas ahora / Un temblor te invade cada centímetro de tu cuerpo, se te empañan los ojos y miras que ella se desvanece más, que se te escapa. Solsticio, ocaso / ya no soportas esas ganas de gritar y golpearte contra el mundo. Sientes que las lágrimas se precipitan / ¿cómo? ¿tú no lloras? Crees que tienes un ápice de raza, de ese machismo que aprendes de tus gentes. No logras contener las lágrimas que te surcan la cara y tiemblas más, gimes, pierdes toda la visión que tienes de ella / Eso te taladra, te parte/ ella deja de ser silueta, sombra, fantasma: se opaca totalmente / luchas por retener algo de ella que se pierde sin que tú logres traspasar el cristal tuyo, el de ella, el de su espejo que ya no ves, pero que imaginas tu derrotista, tu vencedor; te piensas pendejo, animal, te compadeces a ti mismo y lloras más que nunca en silencio, mientras observas que desaparece tu cortinas de vaho y penetras nuevamente en su recámara que amanece junto con ella / todo sucede en un instante / ...ahora, te cercioras, ya no está en el espejo: queda el indicio que tu imaginación pretende retener para siempre / gimes con todas las ganas que te quedan / ... antes de volver a tu cama y adormecerte nuevamente piensas, sí, ya sólo me keda mirarla: igual todos los días.
Ariceaga, Alejandro; Eduardo Osorio (comp) "Desde tu ventana" en Cuentos alejandrinos en Obra alejandrina. IMC. México, 2007

Segundo vacío

Estabas suspicazmente desnuda contemplando a las estrellas. Y estábamos recostados en tu cama revuelta y tu desnudez intacta requería de las amapolas de octubre de un país socialista. Nos besábamos mucho, al grado que los labios (cuatro) se multiplicaron para atrapar algo que no llegó, que no llegaba, en todo ese tiempo ahí, cuerpo a cuerpo, como dos insectos increibles que se comunicaban savia. Y mi desnudez precaria exigía trocitos de adiós... y así es la cosa yo te dije y me dijiste así es y nos pronunciamos frases aquellas antiquísimas que en el viento no pronuncia porque tiene los ojos negados de la noche.

(Tiziano Urbino "La venus")

Y era de noche. Y toda esa oscuridad devino en importancias. Después fue un horizonte, no de perros, sino de antropoides desproporsionados que burlaron la tez tuya, de lugar común, perezosa, que dijo un último suspiro a la distancia.

Eras y Eros te despertó con toda la ingenuidad que puede germinar en las alas de un ángel puro. Y tú dijiste alguna frase y todo aquello que puede merecer un adjetivo inalcanzable permaneció suspenso cuando la luz de esa tu casa hizo así: guiños azules, girasoles fríos de una ciudad gris imposible.

Así fue. Así, tranquilamente, como un sábado imbécil de manecillas luminosas.

Ariceaga, Alejandro; Eduardo Osorio (comp). "Segundo vacío" en A corto plazo en Obra alejandrina. IMC. México. 2007

Éste es un poema chiquito



Éste

es un poema chiquito

se llama como tú

y a veces como yo

pero en las noches

cuando sale a luna

se pone triste

y gris

como poema chiquito

capaz de entristecer

a los poemas grandes.


Ariceaga, Alejandro; Eduardo Osorio (comp) "Éste es un poema chiquito" en A corto plazo en Obra Alejandrina. IMC. México. 2007

Primer vacío





Quisiera decirte, aquí muy cerca,

poemas de antes

en que se dice duende, amor y Dios

como si se dijeran buenos días.


Pero ya no siempre me salen

ni con aquella naturalidad

voces completas.


Ahora soy uno del mundo

haciendo conjeturas melindrosas. (sic)

ahora vago,

receptora que fuiste de mis ojos,

y que un rayo me parta

si miento cuando impávido,

infeliz cada diez horas,

es de veras que estoy necesitado.


Tú me preguntarás quién soy

si me encuentras

donde quiera que me encuentre.


¿De dónde voy a sacar ahora

una sonrisa plena,

los ojos suficientes,

la música y las frases necesarias

para decirte buenos días de otra manera?


Ariceaga, Alejandro; Eduardo Osorio (comp) "Primer vacío" en A corto plazo en Obra Alejandrina. IMC. Mexico. 2007

El cuerpo de una mujer

Phoebe Anna Traquair
"The progress of a soul: the victory"




El cuerpo de una mujer tiene de todo: ventanas, comedor y entrada para el coche; tiene cocina y comedor, jardín y azotehuela. Uno quiere llegar y estacionarse, mirar los tendederos, hacerse el invitado.

El cuerpo de una mujer tiene jardines atildados: allí pasaron manos querendonas, pusieron colmenares, olores y jugos deliciosos y en el mejor de los sitios un palomar discreto.

Con más razón si es cuerpo alegre, con kilos repartidos en todo rinconcito a la redonda. Uno quiere ser huésped para siempre, andar esos pasillos, besar los alcatraces, poner abono fresco, si se puede.

Los vellos de una mujer también tienen lo suyo y alientan los lugares más precisos.

El cuerpo de una mujer es casa enorme, castillo medieval, hacienda y rancho: tiene lugares para quedarse quieto, o para no quedarse.

Todo eso he recorrido con estas manos que se han de comer los gusanos, con esta piel de arriba y adelante, de abajo y al costado; con estos pies que sobrevuelan tragaluces; con esta lengua soez que dice y clama y esta saliva y estos/

¡Caray, què cosas digo!

El cuerpo de una mujer tiene la flama que me enciende, la cantidad de piel, necesaria y suficiente, para clavar los ojos o mismo que se clavan, es ejemplo, los cuchillos/ para clavarlos uno hasta quedarse bizco y, ¡nunca Dios lo quiera!, hasta quedarse ciego.

Entono unas palabras por un cuerpo de mujer así descrito.

Yo pongo música en la tecla, el corazón, el alma y lo que quieran.

Yo me redimo.

Yo le reclamo el alma al diablo. Yo me subasto.

¡Ah, si yo quedara ciego, por no mirarlo más, sólo por eso, por eso nada más, me parta un rayo!



Ariceaga, Alejandro; Eduardo Osorio (comp). "El cuerpo de una mujer" en Obra alejandrina. IMC. México. 2007

El nacimiento

Este día nazco para ti, para que me leas y con suerte cambiar un poco tu vida.
Mi trabajo es recopilar algunos cuentos que no pueden encontrarse facilmente en este medio, así que espero puedas encontrar en mi lo que deseas encontrar.