viernes, 19 de septiembre de 2008

A corto plazo

Antes de levantarse para salir a la gresca de la ciudad hay que ponerse las pantuflas del olvido (pedazos de cosas pasadas; y es entonces cuando hay que sacudir esos lienzos olor y calor a pesadilla, cuerpo amargo, a luz de luna estrujada).

Dar un plazo a la distancia es conveniente: colocarlo entre la ducha y el alma, por favor, ciudadanos egregios de este nido de ratones urbanizado en gris. Hay que poner ese plazo entre la ducha y el alma: que no rebase la velocidad del minutero; no olvidar que los sueños son, a veces, pequeñas putas que se lavan con agua muy fría y se pagan con la espuma de un jabón oloroso de supermercado.

Secar las gotas sobrantes con una toalla de soneto muy ridícula, para enfundarse, después, ropa colorida con olor a lavanda. Y el nudo, ciudadano, no olvidar ese nudo de corbata en forma de mariposa enceguecida.

Que el dentífico deje bien as encías del recuerdo. La caries del dolor debe quedar liquidada a corto plazo. Y lo demás, el salir a la calle virginal, que sea de cuajo: hay que notar que los demás nos hacen una mueca espantosa de reconocimiento.

Pero tú siempre acuerdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti, pensando en ti
como ahora pienso.
José Agustín Goytisolo

Camada Maldita (fragmento)

Vómitos del municipio conurbado. Fuiste. Fuimos. Trásfugas. Paracaedistas. Costra de Naucalpan. Tifoidea. Hijastros de las calles patrias: 20 de Noviembre, Correguidora, 5 de Febrero, 2 de Abril, 5 de Mayo, Paseo de la Reforma. No cabíamos en las calles: nos daban chance de usarlas. Excomulgados de la Catedral: acólitos forzados, regadores de incienso, tocadores de campanas. Escapularios baratos. Rosarios rotos. Tezontle desprendido. Basura de los templos. Pránganas de la Churrigueresca. Ujieres de la ciudad. Pajes de su majestad. Sobrantes.

Éramos alias mexicanos. Remiendos de la nación. Mediasuelas de la patria. Zurcidos de la bandera. Damnificados de la Revolución. Jumiles en el taco. Sobrinos de la fritanga. Restos de la cazuela. Pozole aguado. Birria. Cisticerco. Estómagos de la garnacha. Nenepil. Arrabaleros. Cuates de la pandilla. Peleoneros del barrio. Prospectos para el tribunal. Delincuentes. Hijos de Lecumberri. Cadáveres prematuros.

Eso decía que decían. Trovadores de piquera. Bohemios trasnochados. Juglares de pulcata. Asientos del tlachicotón. Babas del curado. Botana de los teporochos. Estigmas de la mexicanidad. Manchas de la urbe. Amos del talón. Aceite usado. Paradigmas del agandalle. Hijastros del tlatoani. Fósiles. Rechazos de universidad. Negación de la cultura. Cacofonías de la academia. Orfandad bajo los cables. Parches juveniles. Cascajo social. Lajas de carretera. Polvo del camino. Retazos de hombre. Bufones de carnaval. Hongos. Mugre del baño colectivo. Camada maldita. Mierda de la mierda fuimos.

Me gustaba mirarlas



Me gustaba mirarlas sin que ellas lo notaran. Tal vez ninguna de las que contemplé en toda la grandeza de su cuerpo se enteró de aquel extasis privado. Tal vez no solamente el cuerpo: también el cabello, los pómulos, el perfil de una cara, la línea del cuello, los labios en quietud. Después los movimientos al desabotonar, correr cremalleras, despojar una prenda tras otra hasta quedar desnudas desde los pies hasta mi (sic) ojos. O quedarse a medias. Adivinar los sonidos y el roce de los materiales suevas de cada prenda. ¿Cómo sustituir la contemplación de unas piernas de mujer rodeada por la seda?
Elegí el camino de un ladrón de cuerpos de mujer, palomas palpitantes cautivas por la epidermis. Piel granulada lechosa, piel morena, piel canela, piel negrita, piel y piel jamás recorrida, porque tocarlas mataría el hechizo. Cuerpos y cara intocados, labios jamás besados, calores y sudores sólo presentidos.
Agonicé en cada contemplación. Sufrí a raudales. Cada mañana y cada noche, consumiéndose un fuego interno que fue desperdiciado.
Yo el observador oculto. Yo el andariego. Yo el filibustero de la urbe. Yo invadido por un angustia indetenible mientras elas cumplían una rutina insignificante, de todos los días, y yo sufriendo. Yo el placer solitario.
Hoy no las quiero a todas. A estas alturas de mi vida, sólo una a la vez, pero a mi lado. Una nada más, pero conmigo. Una sola mujer para vivirla.

Tercer vacío

No cuando me mirabas o yo
Ni el galo tres veces cantaba
O la perra ponía tres perritos.
Era cuando besaba tus muslos
Primero uno y después tu ombligo
Y después las cerezas de tu pecho
Y pasaba –como debe hacerse-
Hasta las partes más oscurs
Que sabían a duraznos frescos
A bosque a pino a nueces
A niño envuelto en hojas de tomillo
Que yo comía con tristeza
Y jadeabas
Y tú estabs perdida
Y la música se metía muy hondo
Y brotaban duendes
Y un esqueleto azul por los placeres.
Eras la mamá del cielo
Pariendo cielitos rojos.
A la vez eras ciruels
Con la voracidad más negra
Que puediera imaginar una pantera.
Hasta que una mañana imbécil
Con sus manecillas luminosas
Tocó el sonido de esa cama
Y tuvimos que desechar
Tirar perder matar parir
Lo que sobraba de tanto amor, amor
Entonces me tiré.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Alguna vez

Alguna vez yo quise decir te amo.
Pero yo no soy así. Yo no me amo.
Quise decirte así, como palabras;
pero no me surgieron de la boca.
Hasta que de repente
algo me vino acá
y yo te quise
como se quiere un cacho de tejado
y me puse a quererte
como se ponen las olas
cuando quieren al mar.




Ariceaga, Alejandro; Eduardo Osorio (comp). "Alguna vez"
en A corto plazo en Obra alejandrina. IMC, México, 2007

Desde tu ventana

Corres a la iniciación del día. Descubres tu verbo y te santiguas al hallar el significado de perder.Perdiste. Por eso corres la cortina y la contemplas:desnuda aún de la reciente noche, se pasea por su habitación que presupones húmeda y olorosa/ imaginas, ese olor suyo/. Recuerdas el contorno suave, fresco, oloroso de su vientre. Caracola, piensas, donde empalmé mis manos:conchanácar, piel-de-niño, ngora, gamuza / y sientes que vuelves -con la sola contemplación a través de tu ventana- a tocar esa carne que se descorre en pequeños granitos por los contornos: sus pechos, piensas, recuerdas, abrigados por estas manos que hoy sostienen la cortina / y repites el sabor de tu saliva, hoy sólo la tuya, sin la de ella; pero imaginas el gusto conjugado en tantos encuentros de sus labios con los tuyos que ahora soplan calor a los cristales y añaden otra cortina, opaca: sombra, piensas, fantasmas, alegoría, aparición, quimera / la contemplas contemplarse ante su espejo. Imaginas que ella sienten (sic) el frío que tú sientes hoy, esta mañana transparente que inicias sin ella, como desde hace ya dos semanas / y alcanzas a verla repetida en el espejo: dentro de él, como dentro de ti entonces, los labios conjugando las palabras, los muslos fundidos, ella fusible / rememoras ese calor / las miradas en una apoyando cualquier palabra que no recuerdas ahora / Un temblor te invade cada centímetro de tu cuerpo, se te empañan los ojos y miras que ella se desvanece más, que se te escapa. Solsticio, ocaso / ya no soportas esas ganas de gritar y golpearte contra el mundo. Sientes que las lágrimas se precipitan / ¿cómo? ¿tú no lloras? Crees que tienes un ápice de raza, de ese machismo que aprendes de tus gentes. No logras contener las lágrimas que te surcan la cara y tiemblas más, gimes, pierdes toda la visión que tienes de ella / Eso te taladra, te parte/ ella deja de ser silueta, sombra, fantasma: se opaca totalmente / luchas por retener algo de ella que se pierde sin que tú logres traspasar el cristal tuyo, el de ella, el de su espejo que ya no ves, pero que imaginas tu derrotista, tu vencedor; te piensas pendejo, animal, te compadeces a ti mismo y lloras más que nunca en silencio, mientras observas que desaparece tu cortinas de vaho y penetras nuevamente en su recámara que amanece junto con ella / todo sucede en un instante / ...ahora, te cercioras, ya no está en el espejo: queda el indicio que tu imaginación pretende retener para siempre / gimes con todas las ganas que te quedan / ... antes de volver a tu cama y adormecerte nuevamente piensas, sí, ya sólo me keda mirarla: igual todos los días.
Ariceaga, Alejandro; Eduardo Osorio (comp) "Desde tu ventana" en Cuentos alejandrinos en Obra alejandrina. IMC. México, 2007

Segundo vacío

Estabas suspicazmente desnuda contemplando a las estrellas. Y estábamos recostados en tu cama revuelta y tu desnudez intacta requería de las amapolas de octubre de un país socialista. Nos besábamos mucho, al grado que los labios (cuatro) se multiplicaron para atrapar algo que no llegó, que no llegaba, en todo ese tiempo ahí, cuerpo a cuerpo, como dos insectos increibles que se comunicaban savia. Y mi desnudez precaria exigía trocitos de adiós... y así es la cosa yo te dije y me dijiste así es y nos pronunciamos frases aquellas antiquísimas que en el viento no pronuncia porque tiene los ojos negados de la noche.

(Tiziano Urbino "La venus")

Y era de noche. Y toda esa oscuridad devino en importancias. Después fue un horizonte, no de perros, sino de antropoides desproporsionados que burlaron la tez tuya, de lugar común, perezosa, que dijo un último suspiro a la distancia.

Eras y Eros te despertó con toda la ingenuidad que puede germinar en las alas de un ángel puro. Y tú dijiste alguna frase y todo aquello que puede merecer un adjetivo inalcanzable permaneció suspenso cuando la luz de esa tu casa hizo así: guiños azules, girasoles fríos de una ciudad gris imposible.

Así fue. Así, tranquilamente, como un sábado imbécil de manecillas luminosas.

Ariceaga, Alejandro; Eduardo Osorio (comp). "Segundo vacío" en A corto plazo en Obra alejandrina. IMC. México. 2007

Éste es un poema chiquito



Éste

es un poema chiquito

se llama como tú

y a veces como yo

pero en las noches

cuando sale a luna

se pone triste

y gris

como poema chiquito

capaz de entristecer

a los poemas grandes.


Ariceaga, Alejandro; Eduardo Osorio (comp) "Éste es un poema chiquito" en A corto plazo en Obra Alejandrina. IMC. México. 2007

Primer vacío





Quisiera decirte, aquí muy cerca,

poemas de antes

en que se dice duende, amor y Dios

como si se dijeran buenos días.


Pero ya no siempre me salen

ni con aquella naturalidad

voces completas.


Ahora soy uno del mundo

haciendo conjeturas melindrosas. (sic)

ahora vago,

receptora que fuiste de mis ojos,

y que un rayo me parta

si miento cuando impávido,

infeliz cada diez horas,

es de veras que estoy necesitado.


Tú me preguntarás quién soy

si me encuentras

donde quiera que me encuentre.


¿De dónde voy a sacar ahora

una sonrisa plena,

los ojos suficientes,

la música y las frases necesarias

para decirte buenos días de otra manera?


Ariceaga, Alejandro; Eduardo Osorio (comp) "Primer vacío" en A corto plazo en Obra Alejandrina. IMC. Mexico. 2007

El cuerpo de una mujer

Phoebe Anna Traquair
"The progress of a soul: the victory"




El cuerpo de una mujer tiene de todo: ventanas, comedor y entrada para el coche; tiene cocina y comedor, jardín y azotehuela. Uno quiere llegar y estacionarse, mirar los tendederos, hacerse el invitado.

El cuerpo de una mujer tiene jardines atildados: allí pasaron manos querendonas, pusieron colmenares, olores y jugos deliciosos y en el mejor de los sitios un palomar discreto.

Con más razón si es cuerpo alegre, con kilos repartidos en todo rinconcito a la redonda. Uno quiere ser huésped para siempre, andar esos pasillos, besar los alcatraces, poner abono fresco, si se puede.

Los vellos de una mujer también tienen lo suyo y alientan los lugares más precisos.

El cuerpo de una mujer es casa enorme, castillo medieval, hacienda y rancho: tiene lugares para quedarse quieto, o para no quedarse.

Todo eso he recorrido con estas manos que se han de comer los gusanos, con esta piel de arriba y adelante, de abajo y al costado; con estos pies que sobrevuelan tragaluces; con esta lengua soez que dice y clama y esta saliva y estos/

¡Caray, què cosas digo!

El cuerpo de una mujer tiene la flama que me enciende, la cantidad de piel, necesaria y suficiente, para clavar los ojos o mismo que se clavan, es ejemplo, los cuchillos/ para clavarlos uno hasta quedarse bizco y, ¡nunca Dios lo quiera!, hasta quedarse ciego.

Entono unas palabras por un cuerpo de mujer así descrito.

Yo pongo música en la tecla, el corazón, el alma y lo que quieran.

Yo me redimo.

Yo le reclamo el alma al diablo. Yo me subasto.

¡Ah, si yo quedara ciego, por no mirarlo más, sólo por eso, por eso nada más, me parta un rayo!



Ariceaga, Alejandro; Eduardo Osorio (comp). "El cuerpo de una mujer" en Obra alejandrina. IMC. México. 2007

El nacimiento

Este día nazco para ti, para que me leas y con suerte cambiar un poco tu vida.
Mi trabajo es recopilar algunos cuentos que no pueden encontrarse facilmente en este medio, así que espero puedas encontrar en mi lo que deseas encontrar.